sábado, 15 de agosto de 2015

Uniendo cuerpo y mente

No recuerdo cuánto tiempo hace que el Yoga se cruzó en mi camino...

Hace mucho, por lo menos diecinueve o veinte años, ya...

Supongo que estaba en el instituto, y entre apuntes, deberes, hormonas, etc, etc... fuí un día por la Gran Vía de paseo con las amigas y, como solíamos hacer nos metimos al FNAC o la Casa del Libro. Por aquel entonces, no había tanto merchandising como ahora, así que lo único interesante era... mirar libros, claro está. Como me ha ocurrido siempre, el estante de las terapias alternativas tiro de mí como un imán alejándome del resto del grupo, y, lo ví. Ahí estaba el libro de Yoga para principiantes cuyo destino era abrirme la puerta a ese mundo desconocido que me atraía tanto. Me bebí ese libro muchas veces y absorbí las palabrejas que mis ojos veían pero no entendían bien, dado su grado de abstracción. Intenté todos los ejercicios que explicaban sus páginas, una y otra vez, unas mejor que otras, me hacía listas de cuáles hacer y programaba horarios para realizar mi entrenamiento diario, durante mi adolescencia y, también de más mayor...

Pasados los años fueron cayendo otros cuantos libros en la misma línea pero más avanzados, de hecho mirándolo en perspectiva creo que ha habido un yoga para cada momento importante en mi vida, yoga para embarazadas, yoga para los nervios y la concentración, yoga para iniciarse en la meditación, yoga para niños, power yoga para ponerme en forma, etc... Probé también con dvds y clases, jugueteé con el Pilates y el Tai-chi, y volví al yoga otra vez.
Cogí lo mejor de cada uno para mí y me hice una especie de playlist con lo que más me gustaba, que he reproducido hasta la extenuación: en casa, con mi chico y con los niños, con mis hermanas, en el parque, de visita, de vacaciones y, confieso, hasta en el trabajo los días que no había mucha gente, jejeje.

Cuando terminaba 2014 me puse a meditar en la conexión constante que existe entre esta filosofía maravillosa de vida y mi vida, y llegué a la conclusión de que esta relación tan estable y duradera se merecía que diera un paso más. Y lo dí. Ahora, aunque este camino requiere de formación constante, he llegado a un punto en el que ya puedo compartir de manera responsable este aprendizaje inagotable con todas las personas que gusten de acercarse al yoga de mi mano, de descubrir un camino distinto que puede cambiarlo todo...

Namasté.